Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Sevilla Sur

DESCRIPCIÓN DEL CARTEL

La pieza está realizada en técnica mixta sobre tabla estucada (60 cm x 94 cm).
Las medidas del soporte mantienen las proporciones del simpecado en menor escala.
Las técnicas diversas que se han utilizado son :
– Alto relieve en arcilla, policromada al óleo y pátina al aceite.
– Dibujo a grafito sobre papel.
– Acuarela, gouache y rotulador sobre papel.
– Pintura acrílica y spray sobre tabla.
– Collage de fotografías encoladas sobre cartón pluma.
– Dorado al mixtión y barnizado con goma laca
Para comprender el mensaje correctamente de la obra completa, debemos de realizar una lectura de todos sus elementos, desde afuera hacia adentro. La estructura exterior que rodea el panel central, es una descripción sobre simbología e iconografía teológica relacionada con la celebración religiosa (Pentecostés). En la parte posterior, la paloma blanca (el espíritu santo) derrama sobre nosotros las virtudes de la caridad (rojo) y la esperanza (verde), en forma de lazos con los colores corporativos de la hermandad rociera. Esta composición tiene una tendencia descendente, los lazos emergen de las alas de la paloma y cubren todo el marco hasta deslizarse de manera serpenteante y dinámica hacia abajo, desde el cielo hasta la tierra. En la parte inferior, un ángel tamborilero, que al igual que en la liturgia, los ángeles turiferarios y ceriferarios anuncian la llegada del señor y de la virgen, siendo ésta la manera que tiene el Rocío de anunciar la llegada y el discurrir de la carreta que preside la virgen. La jarra de azucena, como símbolo distintivo de la pureza virginal y maternidad de María. El color blanco que rodea todo el marco y el oro como símbolo de la luz divina. Esta composición tiene una tendencia ascendente, sobre todo si nos fijamos en las jarras de azucena, que va abriendo sus pétalos conforme va acercándose a la virgen. Que al igual que el sol, ella es la luz de la que emana la vida. El ángel tamborilero, en una posición corporal de perfil ¾ nos dirige la mirada hacia el centro de la composición. El color de éstas piezas se asemeja al de la plata de la carreta. En definitiva, el marco del soporte, está realizado con la idea de servir como preámbulo que acontece la idea principal sobre la que va dirigida este cartel. En la parte interior, tenemos una descripción de lo que simboliza la celebración popular (la romería) relacionada con el camino, pero manteniendo connotaciones religiosas. La virgen del Rocío aparece rodeada por motivos ornamentales, en forma de medalla de la hermandad y sustentada sobre una peana de nubes con un coro de ángeles querubines y el santuario donde habita la blanca paloma. Así mismo todo ello, lo rodea un espacio con la silueta del bendito simpecado de la hermandad del tiro de línea, que recoge los momentos que se viven en el camino, el cante de sevillanas y plegarias. Esta composición se levanta tras un fondo con los colores corporativos de la hermandad en tonos apagados para generar un alto contraste en la pieza en todas sus partes, de manera progresiva e intercalada, de atrás hacia adelante. El claroscuro en la silueta del simpecado y colores vivos en la virgen del Rocío para identificar y realzar su divinidad. Estos elementos se van sobreponiendo mediante el uso de la profundidad y relieve de los diversos planos, para así adaptarlo a la totalidad de la obra. El simpecado, como mero testigo y nexo de unión con la virgen, recoge todos los momentos vividos en la romería. El peregrinar hasta la aldea almonteña, es una alegoría de lo que simboliza nuestra vida
terrenal, es decir, los momentos de alegrías y fatigas que vivimos, así lo reflejamos también durante los largos días de camino. Los cantes por sevillanas y plegarias, son nuestros rezos hacia la madre de Dios. Los romeros, representamos a la iglesia que peregrina en el transitar de nuestra vida para terminar en el encuentro con Dios y su bendita madre. Durante este trayecto, llevamos en nuestro pecho la medalla de la hermandad, que nos identifica y nos une como hermanos, que al mismo tiempo, es un símbolo recordatorio de la presencia y protección de la virgen del Rocío.
Al llegar al santuario, todo es alegría, ya no existe tristeza ni lamentos al postrarnos ante la virgen y su divino hijo. Es el culmen de nuestra vida terrenal en el que la madre de Dios nos recibe al entrar en la ermita y nos cubre bajo su manto en las marismas eternas.

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